Santa María de Rioseco

el monasterio que ha vuelto a la vida

Situado en el valle de Manzanedo, este imponente monasterio cisterciense del Siglo XII ha estado a punto de desaparecer en el olvido a causa del abandono, pero hoy en día podemos ver cómo está resurgiendo de sus cenizas.

El monasterio Santa María de Rioseco estuvo habitado durante siglos por monjes blancos de la Orden del Císter, llamados así por su indumentaria, por contraposición a los monjes cluniacenses, conocidos como monjes negros.

Pero no siempre estuvo ubicado donde hoy lo contemplamos. Su primer establecimiento fue en Quintanajuar,​ entre Cernégula y Masa. En 1142, el rey Alfonso VII el emperador entregó el monasterio de Quintanajuar al monje Cristóbal, sobre el que los estudiosos no se ponen de acuerdo en si era ya un monje blanco.

El rey Alfonso VIII deseaba pacificar la frontera de Castilla con Navarra, por eso les ofrece donaciones a los monjes de Quintanajuar, si se trasladan a San Cipriano Montes de Oca,​ lugar en el que se instalan en 1184. Pero no les gusta vivir en Montes de Oca, motivo por el que en los años siguientes fueron adquiriendo -bien mediante donaciones o mediante compras- terrenos en el Valle de Manzanedo.

 Por ello en 1204, los monjes se mudan a localidad de Rioseco, sin comunicárselo al Capítulo General y con el desagrado del rey. Por esta decisión el abad fue destituido.

Pero no se ubicaron en su actual localización al ser el terreno propiedad de los Velasco, señores de Medina de Pomar, sino junto a un arroyo que nace en Fuente Humorera y vierte sus aguas en el Ebro. Con la compra del terreno a los Velasco, la disculpa de una inundación que «destruyó» el monasterio primitivo y el beneplácito, esta vez, del Capítulo General, se trasladaron en 1236 definitivamente al que sería su último y definitivo emplazamiento.